Deberíamos dejar de lado esa imagen errónea que nos han inculcado nuestros maestros y libros de Historia, en la que nos explican que los aborígenes aceptaron sin resistencia la cultura, costumbres e ideas europeas. ¿Por qué iban a hacerlo si ellos ya tenían una manera de vida?
¿Por qué debemos festejar el hecho que dio inicio al exterminio de nuestras raíces? Y no aclaramos que este suceso no finalizó, ya que los aborígenes continúan luchando por su supervivencia y por el respeto de sus derechos territoriales, reconocidos en nuestra Constitución Nacional, ley máxima de nuestro país.
Esta fecha fue declarada desde 1917 como una fiesta y feriado Nacional, cuando en realidad tendría que considerarse como un día de duelo y reflexión por la cultura que nos arrancaron, por las miles de vidas que se perdieron y por las riquezas que nos robaron y entender los reclamos de los nativos que aún persisten con serias dificultades.
Carolina D' Alessandro
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