El televisor

Estaba en mi casa. Sabía que era mía pero ¿desde cuándo? No lo supe y no lo sé aún. Creí que la conocía bien pero de repente… ¿de dónde salió este pasillo? Y lo más importante: ¿a dónde va esa puerta? Esa puerta, al final del pasillo que tanto me incitaba a abrirla.

Caminé entonces hacia ella mucho tiempo, al parecer sin avanzar. Pero llegué al fin a la puerta que era demasiado blanca. La abrí sin preámbulo y observé las cuatro paredes de la habitación más limpia que jamás había visto. Y dentro de ella un objeto, un solo objeto: un televisor antiguo y limpio también. Lógicamente quise prenderl0.

Lo prendí y me senté a esperar. Como indiecita y algo impaciente por ver, de una vez por todas, qué era todo eso, ¿qué iba a pasar?. De la oscuridad de la pantalla, vagamente y difusa vi la luz del comienzo. ¿Si fue una historia? No sé. Pero impactó hasta lo profundo de mí. Estas imágenes vi:

Era el sol saliendo en la mañana,

la luna llena en la noche.

Vi gente. Tanta gente.

Vi un tumulto, a los Rolling,

carcajadas, amor.

El pasto verde lleno de barro,

zapatillas nuevas sobre la calle de tierra,

niños grandes jugando en la arena.

Ríos de agua cristalina.

Árboles, el incendio más grande que existió.

Nieve, ancianos, fuego y cabellos sueltos.

Adolescentes, vestidos, moda, pasarelas.

Mucho, mucho maquillaje.

Droga y violencia,

las calles en la noche y pantalones de jean.

Modelos, anorexia, papeles y un montón de caballos.

Explosiones, confusiones, presidentes.

Cuántas, cuántas guerras.

Un niño que llora,

un payaso que ríe,

la mansión más grande del mundo.

Inundaciones, cataclismos,

dinosaurios y el universo.

La explosión nuclear, ovejas,

flores y el color gris.

De repente, observé las mismas imágenes pero ahora en una secuencia

veloz, mezcladas, pequeñas,

que pasaban ágiles.

Y en el momento de confusión se detuvieron.

Luego me miro a mí. Solo a mí.

Sola en la oscuridad… y después una luz.

Marina Mellado.